Hoy, 15 de noviembre de 2025, el santoral católico nos recuerda la festividad de San Alberto Magno (1206-1280, fraile dominico y filósofo alemán), un día propicio para la celebración de las onomásticas, esa tradición que parece ir desdibujándose en el ritmo frenético de la vida actual.
Cada vez es más habitual que se desconozca o se pase por alto el día de la celebración del santo de nuestros allegados. Es una pena que se pierda esta costumbre, pues la onomástica es, en esencia, mucho más que un simple apunte en el calendario; es una oportunidad, un pretexto sencillo y hermoso para acordarse de las personas a las que apreciamos.
Mientras que los cumpleaños gozan de una vitalidad indiscutible y se celebran con gran pompa, la conmemoración del santo se ha ido debilitando. Para muchos, incluso, el santoral es ya un territorio ignoto. Y con ello, se esfuma una vía maravillosa para reforzar lazos.
El día del santo es una forma sutil, pero profunda, de decirle a un amigo, a un pariente, o a un ser querido: "Me acuerdo de ti". Es una llamada, un mensaje breve, una pequeña frase o un abrazo espontáneo y cercano que rescata a la persona del olvido momentáneo. No se trata de religiosidad, que también, sino de humanidad y afecto.
En una época donde la tecnología nos conecta de forma constante pero a menudo superficial, recuperar el acto de felicitar una onomástica es un gesto de autenticidad. Es una deferencia hacia la persona y hacia una tradición que nos regala un día más para celebrar la vida compartida.
Por eso, hoy que toca felicitar a todos los Albertos, te recuerdo, a ti que me lees, que el santo de tus seres queridos es una excusa dorada para demostrarles que siguen presentes. Es una de esas "palabras bellas y hermosas" que, sin pronunciarse, transmiten cariño, amistad. No dejemos que este valioso puente hacia la memoria y el afecto decaiga por desuso.
Felicidades y gracias por estar ahí.
