miércoles. 19.11.2025

Conversaciones con mi dentista

Las conversaciones con mi dentista son parcas en palabras, ricas en guiños
Ilustración DL-G.
Ilustración DL-G.

-…dime si te hago daño

mmm…, ojos abiertos ladeados

-Va bien?

ojos blandos, mirada al techo

-Sentirás un pinchazo al principio

entorno los párpados en asentimiento

Las conversaciones con mi dentista son parcas en palabras, ricas en guiños

               Fue Jirina Propovna, profesora rusa de Teatro, quien en Santiago, hace años, nos enseñó a unos colegas a poner los ojos abiertos, brillantes y fijos, ‘como de tigre’  a los pacíficos profesores compostelanos: y se nos puso cara de tigre. Era un ejercicio de interpretación.

                Unos músculos faciales llamados ‘cigomáticos’ elevan los labios y los que rodean los ojos los que actúan y muestran una sonrisa genuina.       Cientos de músculos del cuerpo se encogen o destensan cuando me carcajeo o me encolerizo. Si lo sabemos y controlamos, tanto mejor. ‘A partir de los treinta años, una persona es responsable de su cara’, dice un proverbio inglés que hice mío.

La conversación desde el sillón del dentista no es complicada: abre, cierra, abre, cierra; obedezco y añado comunicación no verbal, con guiños y gañotas.

Mis dientes viejos negrean y el espejo es lugar de ensayo para una sonrisa acogedora con los labios ensanchados. Los hombres somos bichos relacionables y comunicados. Amar es comprender y para ello proclives a escuchar. Lo practicamos callando la boca, abriendo las orejas y mirando a la cara.

 A los que no hablamos inglés el Camino de Santiago nos ha enseñado a acoger a los extranjeros con los ojos y las orejas. Y si preguntan algo respondemos en  castellano con cara risueña…  y él nos entiende.

Conversaciones con mi dentista
Comentarios