El movimiento igualitario como fenómeno contencioso trasciende la mera diferencia biológica entre sexos, sin excluirla. Su esencia radica en la impugnación de la idea cultural de una hegemonía masculina sostenida a lo largo de los siglos y presente en todas las civilizaciones, incluso en aquellas de estructura matriarcal como la gallega. Se trata de una pugna legítima y de máxima actualidad, que alberga reivindicaciones de índole diversa: algunas de incuestionable justicia social y otras de carácter más terrenal y menos elevado. Toda esta construcción se edifica sobre el deseable ideal de la equiparación de derechos, la reorientación de los roles sociales hacia una indiscriminación de género —por ejemplo, en el ámbito salarial— y de forma prioritaria la erradicación de la violencia machista —incluyendo la que algunas mujeres ejercen hacia el varón—. Hay quienes se valen de esta plataforma para cimentar un posicionamiento social y político respetable.
La violencia es un acto aborrecible, independientemente del sexo que la ejerza y de su procedencia. Casi idéntica aseveración puede hacerse de la desigualdad, exceptuando aquellas disparidades derivadas del talento o la aptitud personal —nunca por razón de sexo—, que atañen a lo físico —genética, cociente intelectual, etcétera—, a la formación, o a las circunstancias justas. Si bien es posible avanzar es imperativo aceptar las diferencias inherentes en las capacidades. Las cuotas pueden subsanar ciertas injusticias en ciertos ámbitos, pero los cupos no son una solución definitiva ni justa.
Nada de lo expuesto tiene relación alguna con la gramática, ni con la relectura interesada y parcial del corpus normativo que nos permite expresarnos y escribir de forma correcta un idioma —y no un "idiomo"—. Este sistema de reglas nos ha posibilitado el entendimiento mutuo, el diálogo y la expresión a través de los siglos, con evoluciones y adaptaciones propuestas por el uso y refrendadas por las Academias y los lingüistas. Si deben realizarse correcciones, que estas sean impuestas por los expertos, y que de una vez por todas clarifiquen el uso del género neutro.
El movimiento por la igualdad ha alcanzado logros significativos y notables en la defensa de las mujeres, y me atrevo a decir que para beneficio de los hombres, del conjunto de la sociedad y del propio desarrollo de los pueblos. Por favor, no se confundan y permitan que contribuyamos a la igualdad entre géneros. Esta necesaria contribución de la sociedad y los medios de información quedó patente en el Congreso Medios de Comunicación e Igualdade de Xénero celebrado estos días en Santiago de Compostela por la Asociación de Periodistas de Galicia (APG), una iniciativa pionera en el Estado, cuyo mérito recae en gran parte en la persistencia de su presidenta, María Méndez al mantener su compromiso en la reflexión, ahora muy en especial centrada sobre los ciberataques y ciberabusos contra las mujeres, destacando la generosa implicación de los medios en esta lucha y su papel esencial para la sensibilización social.
El foco de esta edición del encuentro se centró en la ciberviolencia machista, un fenómeno que, según María Esther Erice, ex presidenta del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del CGPJ, “produce la normalización de una cultura de la violencia, dando a sus autores sensación de impunidad”. La vocal del CGPJ incidió en la urgencia de una mayor tipificación de estos delitos e impulsar protocolos de protección para las víctimas de la ciberviolencia, medidas que Roberto Barba, director general de Lucha contra la Violencia de Género de la Xunta de Galicia, consideró imprescindibles ante la preparación de la primera Ley nacional de violencia digital por parte del Ejecutivo gallego.
El debate destacó la dimensión que adquiere la violencia de género en el entorno digital. Sonia Esperanza Rodríguez, delegada del rector de la USC para la Igualdad, subrayó que internet abre nuevas vías para estas violencias que “no precisan de la proximidad física, que están ocultas tras el anonimato y que no tienen horario y pueden funcionar todos los días del año”. La complejidad del delito cibernético fue abordada por un panel de expertas donde Elena Steinger, fiscal delegada de Violencia sobre la Mujer en Galicia, resaltó que la hostilidad de los ataques machistas contra mujeres destacadas es muy superior a la de los ataques entre hombres. Belén Rubido, magistrada titular de la sección cuarta de la Audiencia Provincial de Pontevedra, repasó los hitos legislativos, recordando que desde la Ley Orgánica 1/25, la violencia es contra la mujer por el hecho de ser mujer. Finalmente, María José Garrido, comandante del Ministerio del Interior, señaló como aspectos cruciales la formación en competencias digitales y la capacitación en gestión emocional, ante el déficit que presentan muchas víctimas.
En el foro también participaron Gemma Herrero, Encarni Iglesias, Clara Inés Guilló y los periodistas gallegos Rocío Cortés, Mónica Martínez, Alejandro López y Ana Martínez. Todas las conferencias y paneles de esta cita anual de la APG, a los que siguieron coloquios abiertos con participación del público asistente, fueron presentados y moderados por destacados profesionales de la comunicación de nuestra comunidad autónoma: Tamara Montero, periodista de La Voz de Galicia, Miguel Ángel Rodríguez, director de Diario de Pontevedra, Mario Moreno, director en Galicia de la Cadena Ser, y Carmen Rivas, directora de la edición digital de La Región.
El movimiento por la igualdad encuentra en los medios a sus aliados esenciales para la pedagogía social, tal como demostró el congreso de la APG.
Enhorabuena a los organizadores, igualdad y Justicia.
