miércoles. 24.04.2024

La noche había caído y los pocos transeúntes que quedaban se dirigían raudos a recogerse en sus hogares tras una jornada de niebla y frío intenso. Yo dirigía mis pasos con ritmo acelerado por la calle casi desierta, subí los cuellos de mi cazadora térmica y me encaminé hacia un callejón cercano, había realizado aquel recorrido en innumerables ocasiones, aunque como siempre, me dejé guiar por mis gafas geolocalizadoras.

Alberto Granados,

periodista y escritor.

Antes de adentrarme miré en todas las direcciones para asegurarme que nadie me había seguido. Al fondo del callejón había una puerta de metal, no parecía que allí hubiera ningún tipo de actividad. Golpeé tres veces la puerta y se abrió una pequeña cancela, una mirada penetrante me observaba desde el otro lado…

Acerqué mis ojos a la cancela, me los escanearon y la puerta se abrió,
automáticamente un estiloso robot me acompañó por un largo pasillo, abrió una puerta y allí me encontré a varios de mis queridos amigos gastrónomos, muchos de ellos empresarios del sector, algún periodista como yo, bodegueros, chefs… El barman me reconoció enseguida y me regaló una sonrisa…

-Buenas noches señor Granados… ¿Qué desea tomar?

-Ponme un Fino, por favor.

En ese momento se me iluminó en mis gafas una carta con los productos que tenían ese día disponibles para degustar: caviar, steak tartare, angulas, foiegras, algo de casquería… materias primas que llevaban años prohibidas y que teníamos que tomar en la clandestinidad, temerosos de las represalias que tomarían si fuésemos descubiertos…

Esto que acabáis de leer es simplemente una ficción de lo que nos podríamos encontrar dentro de 15 o 20 años si no terminamos con esta “ola” de desinformación e intolerancia, que como “modas” aparecen en los medios de comunicación o en las redes sociales, en contra de producto y materias primas que ni siquiera se conocen en profundidad. Aún recuerdo como hace unos meses, dos veganas indignadas, salían en todos los medios de comunicación reclamando el cese de la “violación” sistemática
que realizan los gallos con las gallinas en los corrales de nuestro País (tan surrealista como cierto).

En este artículo podría hablar, por ejemplo, de la carne y de la persecución que en algunos países se comete contra los carniceros, que además del gran problema económico que sufren tienen que soportar a muchos intolerantes que les lanzan sobre sus negocios botes de pintura roja; no es el caso, y nos centraremos en otra de las materias primas perseguidas por muchos “desinformados”, el pato y la mayoría de sus derivados, principalmente el Foie gras, un producto que lleva miles de años en nuestros hogares (se calcula que desde hace más de 4.500 años) y que si sigue esta “ola” de intolerantes terminará por desaparecer.

Es cierto que hay que perseguir a todo aquel que se salte la ley y tenga métodos de producción no responsables, aunque para tranquilidad de los consumidores habría que asegurar que al menos productores de derivados del pato, ya quedan menos al margen de una normativa, cada vez más estricta, y que busca que el “engorde” animal (lo que más indigna a muchos colectivos) se haga de la manera más natural y ecológica.

Yo no os voy a explicar ni la elaboración ni los cuidados del pato, para eso ya están muchos de mis colegas como Rafael Rincón, que os analizarán todos los métodos de producción y los diferentes productos que encontramos del pato, solamente quería recalcar la importancia de la información tan necesaria en estos días de incertidumbre.

Tenemos que llevar la educación gastronómica a las escuelas, a los hogares, a las empresas… porque si no, puede que algún día no muy lejano, la comida sea un mero acto de engorde con los productos que a los que verdaderamente mandan les interesen. ¿Les suena?

por Alberto Granados
Periodista y escritor
www.albertogranados.com/planetaenconserva/

Otra de las materias primas perseguidas por muchos 'desinformados'