Lamentablemente, en Santiago de Compostela, el pasado viernes poco después de las 12.00 horas, tuvo lugar un suceso trágico y luctuoso: M.J.M.G., de 84 años de edad, falleció de forma fulminante tras ser atropellada por el tren turístico de la ciudad en la calle Virxe da Cerca. A las 14.40 horas recibí un mensaje por whatsapp de su nieta Cristina en el que me decía: “acaban de atropellar a Pepi, están las noticias por toda la ciudad, siento con todo mi corazón darle esta noticia”. Sin perder un segundo la llamé para ver el alcance de lo sucedido y al instante percibí el peor de los presagios, me confirmó lo que no quería oír, que había fallecido, la noticia me dejó desolado.
Un final así es durísimo para cualquier ser humano, pero en el caso de Pepi, una mujer luchadora que nunca se rendía a pesar de haber sufrido tantas adversidades a lo largo de su vida, es muy injusto que haya tenido este final tan dramático. Pepi ha sido una superviviente, navegando contra viento, marea y tempestad para sacar adelante a sus tres hijos, a sus nietos Cristina y Aaron y a su adorado biznieto Juan. Lo ha dado todo por su familia y por los demás. Es muy triste que habiendo aportado tanto desde su humilde atalaya, se haya hecho visible de esta manera, saliendo en todos los MCS; de ahí este obituario para que la gente pueda recordar a la auténtica Pepi, por lo que fue en vida y no por su trágico final, no me lo perdonaría nunca tras haber dado tanto por mi familia.
Pepi fue el gran apoyo que tuvo mi querida esposa Mariam durante más de dos décadas en la crianza de cinco soles: Ana, Fran, Loliña, San y Mariam; los vio nacer, con orgullo los llevaba a la parada del bus para ir al cole y los recogía todos los días, los llevaba al Campus Universitario para jugar y hacer deporte, los cuidaba y los adoraba como si fueran su propia familia. Su lealtad, compromiso y dedicación era indescriptible, nuestras alegrías las hacía suyas, nuestros problemas los sufría como propios. Era una mujer con carácter, auténtica y coherente, con personalidad y criterio propio, honesta, iba siempre de frente, defensora de los suyos a capa y espada, con una dignidad fuera de lo común. Una mujer así merece reconocimiento y que se la recuerde con admiración y mucho respeto.
Lo que realmente engrandece al ser humano es su calidad humana y las obras que va dejando en el camino, no sus bienes materiales ni su poder ni las apariencias, todo eso no vale nada. No hay nada más gratificante en la vida que te recuerden por ser una buena persona y hacer el bien a los demás. Así será recordada Pepi, como una mujer humilde y sencilla entregada a los demás en la lucha diaria por la vida. El Señor la sabrá recompensar con la gloria eterna en el mejor Reino de los Cielos. Gracias Pepi, por tanto, siempre en nuestro corazón, te recordaremos siempre. Que Dios te bendiga. D.E.P.
