jueves. 25.04.2024

La venganza de Shakira

Pero la canción de Shakira, pese a su extremada crudeza, no es ninguna novedad. Pensemos, por ejemplo en la mexicana Paquita la del Barrio y su Rata de dos patas, dedicada a su exmarido y escrita por Norberto Eduardo Toscano. No hay un solo verso libre de insultos: “Rata inmunda, / animal rastrero, / escoria de la vida, / adefesio mal hecho”.
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Shakira.

Paradójicamente, la mayoría de las canciones de amor son de desamor, de ruptura, probablemente por lo que le decía Joan Bautista Humet al argentino Rafael Amor, según me confesó este en una entrevista que le hice hace muchos años: “Nosotros escribimos cuando estamos tristes; cuando estamos bien nos dedicamos a vivir”.

Pero a veces, con mucha frecuencia, las canciones de desamor van más allá de la tristeza y se llenan de rencor, de resentimiento, de reproches, de desprecio y de odio hacia el otro. Como los tres temas que Shakira le ha dedicado a Gerard Piqué tras su separación, con las que ha facturado ya 34 millones de euros. La última, Session 53, que se ha convertido en número uno mundial en solo unas horas, no puede ser más explícita ni dura: “Yo valgo por dos de 22. / Cambiaste un Ferrari por un Twingo. / Cambiaste un Rolex por un Casio”. 

Pero la canción de Shakira, pese a su extremada crudeza, no es ninguna novedad. Pensemos, por ejemplo en la mexicana Paquita la del Barrio y su Rata de dos patas, dedicada a su exmarido y escrita por Norberto Eduardo Toscano. No hay un solo verso libre de insultos: “Rata inmunda, / animal rastrero, / escoria de la vida, / adefesio mal hecho”.

Tampoco se queda corta Rocío Jurado en Ese hombre, compuesta y escrita por Manuel Alejandro, aunque no quedase claro quién era el destinatario de tanto improperio: “Es un gran necio, / un estúpido engreído, / egoí­sta y caprichoso, / un payaso vanidoso, / inconsciente y presumido, / falso, enano, rencoroso, / que no tiene corazón”.

Mucho más elegante fue Julio Iglesias en Hey, dedicada a Isabel Preysler tras su divorcio. Una composición en la que el divo cultiva el victimismo que tanto rédito le ha dado, pero sin ninguna mala palabra: “¡Hey!, / ahora que ya todo terminó, / que como siempre soy el perdedor, / cuando pienses en mí, / ¡hey!, / no creas que te guardo algún rencor, / es siempre más feliz quien más amó / y ese siempre fui yo”.

En este contexto, siempre me han llamado poderosamente la atención dos canciones –una del brasileño Peninha y la otra del cubano Silvio Rodríguez– en las que, habiendo ruptura, hay también amor, verdadero amor. Ni reproches, ni victimismo, ni siquiera falsos buenos deseos: solo agradecimiento y confianza en el futuro.

En Sonhos, de la que Caetano Veloso hizo una espléndida versión, Peninha cuenta cómo ella, cuando más enamorado estaba él, lo sorprende confesándole su amor por otra persona. Sin embargo, él no reacciona con el resentimiento y el victimismo esperados, llenándola de reproches, sino manifestándole solo agradecimiento y buenos deseos, y expresando su confianza en un futuro mejor para los dos: “Eu só quero que você se encontre. / Ter saudade até que é bom, / é melhor que caminhar vazio. / (...) / Você me ensinou milhões de coisas. / Tenho um sonho em minhas mãos. / Amanhã será um novo dia. / Certamente eu vou ser mais feliz”.

Algo parecido encontramos en Réquiem, de Silvio Rodríguez. El cubano pone el énfasis en lo vivido, en lugar de en lo perdido; asegura no sentirse solo, porque ella permanece en cierto modo en él; y le desea lo mejor para el futuro: “Disfruté tanto tanto cada parte / y gocé tanto tanto cada todo / que me duele algo menos cuando partes / porque aquí te me quedas de algún modo. / (…) / Anda, corre donde debas ir. / Anda, que te espera el porvenir. / Vuela, / que los cisnes están vivos, / mi canto está conmigo, / no tengo soledad”.

Así deberíamos despedir todas las relaciones truncadas. Y cantarlas. Pero para eso hay que haber amado de verdad antes y seguir amando de verdad luego.

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