Felipe VI, el Rey, encarna el mando supremo de las Fuerzas Armadas, siendo como tal, capitán general de los Ejércitos. Él es el jefe supremo de la demanda UME, de cada soldado que está ayudando a pie de campo en Valencia, personifica como tal la repuesta del Estado español con un territorio dramática herido por una Dana. Ha acudido a Valencia en representación de todos los ciudadanos para trasladar el compromiso decidido, inequívoco, perdurable con aquellos que lo han perdido todo o casi todo: seres queridos, sus hogares, sus medios de vida, sus recuerdos, sus medios de locomoción, sus terrenos, sus paisajes, etc.-, y que solo han salvado su dignidad y la capacidad de agradecimiento para aquellos que les auxilian de forma altruista.
Cada acto de ayuda, por humilde que sea, cada mano tendida por los voluntarios, las ONG, las fuerzas y cuerpos de seguridad, los donantes, los medios de comunicación, los gestores ejemplares - que también los hay-... son la manifestación solidaria de un pueblo cuya historia está jalonada de catástrofes, pero que siempre ha sabido reponerse. El pueblo salva al pueblo, y ahora su líder es Felipe VI, un monarca serio y bien acompañado por su esposa Leticia.
Se está trabajando incansablemente para ayudar a los afectados. Son admirables aquellos que han abierto sus hogares a quienes lo necesitan, lo son cada uno de los pequeños gestos que, sumados, suponen la gran lectura de una crisis de gravedad extrema, de dramas terribles, pero de lecciones imperecederas de miles de personas anónimas y abrazables, mujeres y hombres, jóvenes y mayores, como han hecho simbólicamente los monarcas bajo la amenaza de grupos radicales.
En estos días de gran dificultad, Valencia ha brillado con luz propia, para demostrar una vez más que el pueblo, cuando actúa unido, es capaz de superar los mayores obstáculos, sin importar diferencias o ideologías o las creencias o las geografías... La solidaridad, esa fuerza invisible pero poderosa supera a las diferencias, incluso a los errores cometidos en los primeros momentos. Hay indignación, ¿ qué otra actitud cabe?, pero también gratitud, porque en las crisis, en medio del gran dolor y de una gestión muy difícil, surgen lo mejor y lo peor, pero sobre todo subyacen la bondad y el bien.
En los reyes se personifica la ayuda, el compromiso, el apoyo de todos: las instituciones y los ciudadanos. Ellos entienden los lamentos y las protestas, porque escuchan a su pueblo. Están en su papel para arbitrar y moderar el funcionamiento regular de las instituciones y ejercer la más alta representación de la Nación. En este ahora, no caben fisuras, ni disputas, hay que actuar unidos, con fuerza y decisión, y eso requiere liderazgos incuestionables.
De la tragedia habrá que extraer lecturas: determinar fallos y responsabilidades, evaluar actitudes, considerar la ejecución de alertas, examinar métodos de coordinación, significar egoísmos... Pero también deberemos guardar en la retina imágenes impagables de un ejército de escobas y otro profesional, de las policías y los bomberos, de las ONG, de la solidaridad de otros lugares, de la capacidad de resiliencia, de los métodos de auxilio... Todo conforma un barro creador del que habrá de resurgir la querida Valencia, ese paraíso.
A los reyes les mancharon con barro, y lo soportaron con su gente. Esa es también una lección de este doloroso momentos. Juntos lo superaremos tras desenmascarar maniobras y actitudes espurias. El pueblo salva al pueblo, y Felipe VI es su rey, un serio y gran monarca.
Alberto Barciela
Periodista