Hay noches en las que el tiempo parece detenerse para tomar aliento y contemplar lo construido. Una de las veladas de esta semana en el Auditorio Nacional de Música de Madrid fue una de ellas. Mientras las notas de Manuel Tévar, pianista, compositor y director de orquesta, llenaban la sala con el estreno mundial de 'Hope for Peace', sentí que aquella partitura no solo celebraba una efeméride institucional, sino que narraba una historia compartida, una travesía vital, una playa inconmensurable, en la que he tenido el inmenso honor de participar como un humilde grano de arena.
Celebrar el 20º aniversario del Museo Cristóbal Gabarrón es conmemorar mucho más que la apertura de un edificio en 2005; es honrar la consolidación de un espacio de libertad y diálogo humanista. Sin embargo, para quienes hemos caminado cerca del maestro, tan unido a Galicia y Bueu, esta fecha se superpone con una cronología aún más profunda: 30 años de legado, tres décadas de esfuerzo sostenido para preservar, difundir y comprender la obra de Cristóbal Gabarrón, uno de los artistas plásticos más trascendentes del panorama mundial.
Bajo el título 'Gabarron’s Portrait', el concierto fue una sinestesia perfecta. Tévar, con su habitual sensibilidad y virtuosismo, logró traducir al lenguaje sonoro la ética y la estética de Gabarrón. Escuchando la pieza, recordé las reflexiones cuando tuve ocasión de describir la perspectiva del artista como un “silencio discontinuo” capaz de vincular orillas distantes. Anoche, esa unión se hizo tangible. Ver a más de 500 personalidades, desde la delegación encabezada por el Embajador de la República Popular China, H.E. Jing Yao; al miembro de de la RAE, Juan Luis Cebrián y su esposa Mihaela Mihalcia; al intelectual Camilo Cela Conde; al Director de la Orquesta internacional, Ramón Torrelledó; diseñadores, como Vicente Gómez Rico; representantes del mundo universitario, como Francisco Javier Gómez de Segura; miembros de la Mesa del Turismo de España como Yago González o Carmen Orlando; autoridades como Alfonso Cavallé, Alfonso Alonso, Juan Martín Llopis e Irma Arroyo; personalidades del mundo editorial como Asela Pintado, presidenta de PRENSA MEDIA, o José Luis Pardo y su esposa Adela; el director conservador del museo de Bellas Artes de Murcia, Juan Garía Sandoval y su esposa Olga Rodríguez Pomares, comisaria de arte; figuras clave reunidas por la fuerza del arte o de la amistad, llegadas de Mula, como su ex alcalde Antonio Hernández Cava y su esposa, o Aurora Rodríguez Teruel; que junto a otros académicos, representantes de Fundaciones - como Frigdiano Álvaro Durántez Prados-, artistas, empresarios - como Federico Plaza Piñol, Corporate Affairs Director en Roche Pharmaceuticals-, abogados, críticos, bancarios, aristócratas, refrendaron con sus aplausos el sentido de todo el trabajo realizado durante ochenta años por Cristóbal Gabarrón, y para eso llegaron a propósito desde Hong Kong, Guatemala o Nueva York.
El orgullo de haber podido estar en este homenaje es difícil de verbalizar. No se trata solo de la satisfacción por el justo deber cumplido, sino de la emoción de ver cómo una visión artística, que comenzó con trazos y sueños, se ha convertido en una institución sólida, capaz de iniciar ahora una gira internacional de dos años.
Como he señalado en mis ensayos, “todo mar ha de alcanzar su orilla”. En el Auditorio Nacional, sentimos que el océano creativo de Gabarrón alcanzaba una nueva costa, una orilla sonora y solemne. Haber reconocido este viaje, contemplar como se cimentaron estos 20 años de museo y 30 de legado, es un privilegio que guardaré, al igual que la música del homenaje, en la memoria de lo imperecedero.
Un día escribí “el niño, con un calendario sin tiempo. Se ha hecho artista. En él permanecen las percepciones coloristas, primigenias, mediterráneas, que se serenarán con su luz en los afanes y la sequedad de la castilla vallisoletana.” Cris Gabarrón, hijo del artista, Presidente de su fundación, uno de los mejores promotores culturales internacionales, sabrá porque esa frase abre el catálogo homenaje a su padre, en el que participan decenas de autoridades mundiales -Pierre Restani, escritor y crítico de arte; Donald Kuspit, State University of New York at Stony Brook & NY School of Visual Arts; Achille Bonito Oliva, Universidad de Roma; Robert C. Morgan, R.I.T. y Pratt Institute of New York; Kosme de Barañano, Universidad Miguel Hernández de Elche; Zhu Qingsheng,Director, Institute for Han Arts Study of Peking University, Editor-in-Chied, Yearbook of Chinese Contemporary Art, o Pilar Corredoira y Antón Castro-, pues cada uno aporta una pincelada, apenas un bosquejo, una ola, a la obra inconmensurable, oceánica, de Cristóbal Gabarrón, un artista que reside parte del año en Beluso, Bueu, y que goza de una obra genial que empieza en su familia, la que creó con Rosa. Enhorabuena por enriquecernos con su sereno arte de vivir, lleno de hallazgos y plenitud.
