lunes. 29.04.2024

En la demanda turística existen algunos factores fundamentales, entre ellos destaca muy en primer lugar, la confianza. Afecta a ámbitos como la seguridad física - médica, alimentaria, climática, etc.-,  jurídica, contra el crimen, vial y transportes o en actividades de ocio, e incluso económica -pagos con tarjeta, etc.-.

En vísperas de FITUR, la reflexión se impone en circunstancias convulsas a escala mundial, cambios propiciados por la digitalización, evoluciones de los mercados, masificación de destinos, etc. Un viajero es un ser humano que busca conocer o disfrutar de un destino con unas mínimas garantías, calidades y atenciones, y la industria que algunos expertos como Domènec Biosca o Amancio López Seijas, calificaron como la industria de la felicidad es lo que pretende ofrecer.

Es posible que el turismo represente la mayor oportunidad de desarrollo de los pueblos. Que en él resida el ámbito económico principal para muchos países y la posibilidad de alcanzar cotas de desarrollo, impulsar la creación de riqueza y empleo, el bienestar social, la modernización y la protección medio ambiental, en los lugares más poblados, pero también en los más aislados o alejados de los polos industriales, fomentando las culturas autóctonas y propiciando la recuperación de obras y espacios artísticos, etc.

El sector admite a grandes inversores y a pequeñas empresas familiares, es transversal en sus beneficios y, con una gestión eficaz, propicia el crecimiento de los países, alcanzando los recursos generados a la sanidad o la educación. Las demandas de los inversores son mínimas,  tan justas como las de sus potenciales clientes, reclaman atractivo, conectividad, seguridad para sus inversiones, legislaciones claras e impuestos ponderados, fronteras ágiles, mano de obra cualificada y poco más.

La tarea de los gobiernos y de las distintas administraciones queda pues bien delimitada: obtener un ecosistema administrativo, jurídico, sanitario y de infraestructuras, de supervisión, de promoción, suficiente, estable, confiable, transparente, con productos de calidad locales. Si es posible habrán de reforzar todo ello con ayudas a los emprendedores, a los grandes y a los pequeños, a los locales y a los foráneos. Y, entre todos, se han de reforzar las demandas de un público que, como se ha demostrado en este último año, ansía viajar, y quiere experimentar nuevas ofertas, incluso a precios más elevados.

Un destino seguro será siempre más seductor. Por el contrario, la inestabilidad, la incertidumbre, producen un rechazo en la adquisición de un viaje, no digamos las guerras, el terrorismo, las crisis sanitarias o climáticas, etc.

La reflexión la propicia FITUR, tan bien dirigido por María Valcárcel y su eficaz equipo, suma del de IFEMA, con su Presidente del Comité Ejecutivo, José Vicente de los Mozos, a la cabeza, que este año estará dedicado a Ecuador, un hermoso país sometido a las bandas criminales, y que ha llevado al presidente Daniel Noboa a reconocer que viven en un conflicto armado interno. La ocasión se pretendía, en palabras de su ministro de Turismo, Niels Olsen como “oportunidad inigualable para mostrar al mundo todas las maravillas que Ecuador tiene para ofrecer.” Quizás hoy el discurso tenga que ser diferente, y el esfuerzo deba redirigirse a buscar apoyos internacionales que permitan al país Iberoamericano alcanzar la tranquilidad para forjar cimientos desde los que construir su futuro.

En ese mismo orden de pensamiento, habrá que ponderar la desgraciada oportunidad que el conflicto entre Israel y Hamas representa para el turismo religioso, singularmente para Santiago de Composte, como alternativa a Jerusalén, coincidiendo con el Año Santo romano de 2025.

Y también habrá que razonar sobre las grandes aglomeraciones, como las que se produjeron durante estas Navidades en algunas de nuestras ciudades, sin olvidar la revisión de la seguridad en orden a los robos considerados menores, pero ciertamente incómodos para los viajeros, o a servicios fundamentales como el taxi, absolutamente deficientes en muchos momentos y lugares, la cobertura de AVE y de wifi en trenes y aviones, la falta de mano de obra cualificada o la regulación de los pisos turísticos. Los foros que HOTUSA, EXCELTUR o CIMET convocan en paralelo a la feria serán los adecuados para hablar entre expertos sobre esos temas

El 2023 ha sido un muy buen año para la industria. Se ha demostrado su potencial y su capacidad de readaptación, su compromiso con la digitalización inteligente y con la protección medio ambiental -deberes exigidos por Europa, cuyas ayudas no han llegado con claridad al sector-, y con la creación de riqueza y empleo. Ese es el buen camino de la industria que esperemos siga contribuyendo al bienestar y a la paz de los pueblos.

Alberto Barciela

Periodista

Miembro de la Mesa del Turismo de España

FITUR, el turismo como industria de la Paz
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