Edith Stein y Simone Weil

El pasado mes de agosto se cumplieron 80 y 81 años, respectivamente, de las muertes de Simone Weil y Edith Stein, dos de las filósofas más relevantes del siglo XX, cuyos pensamientos no deben ser olvidados y cuyas biografías merece la pena comparar, porque encontramos similitudes llamativas. En este tiempo de empoderamiento de la mujer –aunque a veces la ideología de género desplace e incluso mate al verdadero feminismo– su ejemplo puede y debe inspirarnos tanto a las mujeres como a los hombres.

El pasado mes de agosto se cumplieron 80 y 81 años, respectivamente, de las muertes de Simone Weil y Edith Stein, dos de las filósofas más relevantes del siglo XX, cuyos pensamientos no deben ser olvidados y cuyas biografías merece la pena comparar, porque encontramos similitudes llamativas. En este tiempo de empoderamiento de la mujer –aunque a veces la ideología de género desplace e incluso mate al verdadero feminismo– su ejemplo puede y debe inspirarnos tanto a las mujeres como a los hombres.

Si bien la fecha y el lugar de sus nacimientos las separan ­–Stein nació en 1891 en la actual Polonia, entonces parte del imperio alemán, y Weil, en 1909, 18 años después, en Francia–, las circunstancias de sus muertes las acercan: las dos fallecieron con solo un año de diferencia, en el mismo mes de agosto, y de forma prematura –Weil, a los 34 años, de tuberculosis; Stein, a los 51, asesinada por los nazis–.

Ambas fueron filósofas y se dedicaron a la docencia. Stein, antes de hacerse monja, enseñó alemán e historia en un instituto y en una escuela dominica. Por su parte, Weil dio clases en diversos liceos. Los problemas con sus superiores se sucedieron, por cuestiones políticas y de metodología docente, lo que significó que una y otra vez fuera transferida de centro.

Las dos fueron pacifistas, y sin embargo se significaron en la guerra. Stein, en la I Guerra Mundial, cuando trabajó en un hospital austriaco como enfermera y obtuvo la Medalla al Valor por su dedicación. Weil fue miembro de la anarquista Columna Durruti en la Guerra Civil Española –cuyos crímenes denunció horrorizada igual que lo del enemigo– y de la Resistencia francesa durante la II Guerra Mundial, donde ejerció de redactora en los servicios de Francia Libre, liderada por el general Charles de Gaulle.

Ambas fueron antinazis y antiestalinistas (Weil llegó a esconder a León Trotsky en un piso familiar en París). Y también feministas. Stein luchó por el derecho al voto de la mujer, que las alemanas lograron en 1919. Weil, que trabajó de obrera en Renault –experiencia que le hizo decir: “Allí recibí la marca del esclavo”–, cooperó en la formación de los operarios a través de charlas y clases sindicales.

Las dos nacieron en el seno de una familia judía, abrazaron luego el ateísmo y evolucionaron finalmente hacia el cristianismo, teniendo, incluso, experiencias místicas. Stein, de manera más marcada. Se bautizó el 1 de enero de 1922, después de una larga búsqueda intelectual y espiritual que se extendió desde 1916 a 1921. En 1933, a los 41 años, se hizo carmelita. Tras morir mártir en el campo de concentración de Auschwitz, fue beatificada en 1987 y canonizada en 1998. Con su beatificación, la Iglesia Católica honraba, como dijo el papa Juan Pablo II, a “una hija de Israel, que durante las persecuciones de los nazis permaneció unida en la fe y el amor al Señor Crucificado, Jesucristo, como católica, y con su pueblo como una judía”. En 1999 fue nombrada copatrona de Europa, junto a Brígida de Suecia y Catalina de Siena. Por su parte, Weil profundizó en la espiritualidad cristiana en el período final de su vida. Su acercamiento fue heterodoxo y no excluyó el interés por otras tradiciones religiosas. Aun así, y según un testimonio, fue bautizada poco antes de morir.

Edith Stein y Simone Weil. Dos mujeres de su tiempo que lucharon por mejorar el mundo y al ser humano, empezando por mejorarse a sí mismas, fieles a esa máxima que dice: “Cambié yo, cambió el mundo”.