La lluvia del primer otoño
… cae sobre las hojas de los plátanos mediterráneos y hace el mismo sonido que hacía setenta años. La vista de unos primos lejanos propicia este Encuentro familiar al que cada uno ha llegado con las huellas del tiempo en la cara y los andares. Resulta un encuentro noticiero acerca de ausentes, de hijos y de nietos: ‘estrena segundo empleo’, ‘se ha graduó en junio’, ‘es médico hace dos años…’, (‘…salió de prisión cuando el confinamiento’), ‘es capitán de un gasero’. Una sobrina nieta presenta a su prometido, cuyo aspecto, apellido y oficio son escrutados con disimulo; otra sobrina anuncia que será abuela en octubre, y será abierta la cuarta generación de los abuelos/bisabuelos/tatarabuelos comunes Narcís y María.
Tenemos apellido y raíces compartidas las dos docenas de parientes reunidos, de octogenarios a infantes. Los mayores fuimos compañeros de juegos y de primeras comuniones. Hemos compartido a distancia noticias difusas a lo largo de décadas y es la visita de esos primos de América y de Italia lo que ha estimulado este encuentro no lejos de la ciudad nutricia de Mataró.
La huella física del paso del tiempo no empaña el regusto de los recuerdos. ¿Hubo diferencias? Están olvidadas. No somos hijos de los árboles ni de las piedras; nuestra piel arrugada guarda memorias felices. Fue el amor el que nos trajo.