La Ría de Lires: Un tesoro escondido en el corazón de la Costa da Morte
En la frontera natural que dibuja la desembocadura del río Castro, donde los municipios de Cee y Muxía se dan la mano, se despliega la serena belleza de la Ría de Lires. Este enclave, perteneciente a la prestigiosa Red Natura 2000, emerge como un destino que cautiva al visitante con su incalculable valor ecológico, la rica sinfonía de su avifauna marina, la delicada paleta de su flora y la profunda calma que emana de cada rincón.
Ubicada en la parroquia de Lires, dentro del municipio de Cee, esta ría se presenta como una de las más pequeñas, pero no por ello menos grandiosas, joyas de la geografía gallega. A pesar de su inconmensurable hermosura, la Ría de Lires sigue siendo una gran desconocida, un secreto bien guardado en el corazón de la indómita Costa da Morte, precisamente entre la solemnidad del Cabo Touriñán y la mística de Fisterra. Aquí, el río Castro, en su encuentro final con el océano, esculpe un paisaje de singular encanto.
Este pequeño paraíso se erige como un santuario para los amantes de la ornitología. Sus tranquilas aguas y las zonas intermareales ofrecen un festín para una variada población de aves marinas. Gaviotas de diversas especies, elegantes cormoranes y esbeltas garzas encuentran en este entorno un refugio donde alimentarse con tranquilidad, lejos del bullicio humano. Su importancia ecológica y ornitológica le ha valido su merecida inclusión en la Red Natura 2000, un reconocimiento a su biodiversidad y valor de conservación.
Un sosegado paseo por este edén natural invita a la contemplación. La sombra protectora de los árboles que bordean sus orillas guía al caminante por un sendero que culmina en el descubrimiento de la ría. La experiencia se transforma con el vaivén de las mareas y el devenir de las horas, ofreciendo estampas siempre cambiantes y sorprendentes. Este rincón se convierte en el escenario perfecto para detener el tiempo, sentir la caricia del viento en el rostro, desconectar del ajetreo diario y dejarse emocionar por la magia de una puesta de sol desde un improvisado mirador natural.
Lires también guarda curiosidades que enriquecen la experiencia del viajero. Además de ser testigo del paso de los peregrinos del Camino de Santiago en su ruta hacia Fisterra y Muxía, ofrece la oportunidad de explorar la fascinante Ruta de los Faros. Desde la playa de Lires hasta la playa del Rostro, se despliega un litoral impresionante, el antiguo Canosa o Ribeira de Calvoa, salpicado por los imponentes acantilados de Punta Lagoa y la misteriosa furna de Mexadoira, intercalados con la serenidad de las calas de Area Pequeña y Area Grande. Cada parada en este recorrido visual se convierte en un regalo para los sentidos, acompañado por la melodía incesante de las olas rompiendo contra la costa.
Lires encarna a la perfección el espíritu del "viajar sin prisas", invitando a saborear cada instante y a descubrir secretos que perduran en el tiempo. Entre ellos, destaca la emblemática Casa Raúl, pionera del hospedaje en Galicia, que ha mantenido sus puertas abiertas ininterrumpidamente desde 1968. Junto a Casa Lourido, ambas fueron precursoras del turismo rural en España, integrándose en aquel mismo año en el programa Vacaciones en Casas de Labranza del Ministerio de Turismo.
La experiencia en Lires se completa con una rica y variada oferta gastronómica. Los establecimientos locales se erigen como templos de la cocina tradicional gallega, donde el producto local es el protagonista indiscutible. Con respeto por la materia prima que generosamente brindan la tierra y el mar, sin adornos innecesarios, la pasión por el buen hacer se traduce en platos que deleitan el paladar.
La ría de Lires es mucho más que un paisaje; es un conjunto de senderos que susurran historias, de habitantes que acogen con la calidez de su tierra y de una naturaleza virgen que invita a quedarse. Un destino ideal para una escapada romántica, unos días en familia, planes de bienestar o, simplemente, para aquellos que buscan respirar aire puro y conectar con la autenticidad de un lugar que aún conserva su alma intacta.