La agrovoltaica: el futuro sostenible que une agricultura y energía solar

La agrovoltaica combina paneles solares y cultivos en un mismo terreno, generando energía limpia sin reducir la producción agrícola. Esta innovación impulsa la sostenibilidad y la rentabilidad del campo español.

La transición energética hacia un modelo más limpio y sostenible es una necesidad urgente. Sin embargo, en muchas regiones españolas, la instalación de grandes plantas solares ha generado un dilema: estos proyectos ocupan terrenos que también podrían destinarse a la agricultura.
Ante este desafío surge una solución innovadora que promete revolucionar el sector agrario: la agrovoltaica, un sistema que combina la producción de energía solar con el cultivo agrícola en un mismo terreno.

¿Qué es la agrovoltaica?

La agrovoltaica consiste en la integración de paneles solares en tierras agrícolas de manera que ambos sistemas coexistan y se beneficien mutuamente. A diferencia de una planta solar convencional, las instalaciones agrovoltaicas se diseñan con estructuras elevadas o espaciadas que permiten el crecimiento de los cultivos bajo ellas, optimizando tanto la producción energética como la agrícola.
El objetivo no es únicamente instalar placas solares en un campo, sino crear un ecosistema sinérgico donde energía y alimentación convivan de forma equilibrada.

Cómo funcionan las placas solares en cultivos

En un sistema agrovoltaico, los paneles se colocan a mayor altura o distribuidos estratégicamente para no cubrir todo el terreno. Algunos sistemas incluso incorporan seguidores solares que ajustan la inclinación de los módulos a lo largo del día, garantizando la cantidad de luz necesaria para los cultivos.
Además, los paneles ofrecen sombra durante las horas de mayor insolación, reduciendo el estrés térmico de las plantas y ayudando a conservar la humedad del suelo, algo especialmente beneficioso en regiones cálidas.

Beneficios para agricultores, cultivos y medio ambiente

La agrovoltaica supone una triple ganancia:

  • Para el agricultor, que diversifica sus ingresos gracias a la venta de electricidad y reduce su factura energética.

  • Para los cultivos, que aprovechan la sombra parcial para ahorrar entre un 15% y un 30% de agua.

  • Para el medio ambiente, al fomentar un uso doble del suelo que evita la ocupación de nuevos espacios naturales y contribuye a reducir las emisiones contaminantes.

Asimismo, las instalaciones agrovoltaicas pueden mejorar la biodiversidad, reducir la erosión del terreno y favorecer la presencia de insectos polinizadores.

Rentabilidad y desafíos

La rentabilidad de este modelo depende de factores como el tipo de cultivo, la ubicación o las ayudas disponibles. Aunque la inversión inicial es más elevada que la de una planta solar convencional, los ahorros en agua y energía acortan el retorno de la inversión.
No obstante, el desarrollo de la agrovoltaica aún enfrenta retos técnicos, económicos y normativos. En España, la falta de un marco regulatorio específico y el coste de las estructuras adaptadas son los principales obstáculos. Aun así, comunidades como Andalucía, Murcia o Castilla-La Mancha ya impulsan proyectos piloto con resultados prometedores.

En países europeos como Francia o Alemania, la agrovoltaica está más avanzada, con políticas públicas que fomentan su implantación y estudios que confirman su viabilidad.

Un modelo de futuro

La agrovoltaica no es una tendencia pasajera, sino una pieza clave del futuro agrícola y energético. La evolución tecnológica apunta a paneles más eficientes, semitransparentes e inteligentes, capaces de regular la sombra y el riego según las necesidades del cultivo.
España, con su abundante radiación solar y su tradición agrícola, está especialmente bien posicionada para liderar este modelo.

“La agrovoltaica convierte al agricultor en un productor de energía, otorgándole independencia y resiliencia frente a los retos del cambio climático”, destacan desde SotySolar, empresa especializada en soluciones fotovoltaicas.

Caso práctico: energía solar para la producción local

Un ejemplo de aplicación práctica es el Llagar Germán, en Asturias, donde la tercera generación familiar ha modernizado sus instalaciones con placas solares destinadas a refrigeración industrial, combinando producción agrícola y autosuficiencia energética.
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