El papel de la radio

Es la radio la que mejor lee y complementa a los periódicos, la que nos da la hora con la precisión de un reloj, la que acompaña soledades y pregona multitudes, la que admite hacer otras cosas mientras la escuchamos … Muchos medios enredando, es verdad, pero la que nos habla de tú a tú con inmediatez y confianza a través de la ondas es ella … La radio es voz, es eco, es vida. Es espontaneidad, inminencia, compañía, pensamiento, información. Es lo local y lo global. Es un viaje en tiempo real hacia lo que ocurre, para contarlo, analizarlo y objetivarlo. Informa. Forma, entretiene. Emite y escucha, es púlpito en el que también hablan los oyentes.
 
            Como la prensa o la televisión, la radio es el medio que nos da la oportunidad de ejercer en libertad una de las profesiones más bellas del mundo. Técnicos, productores, locutores, periodistas, tertulianos, invitados, comerciales, músicos y receptores, aúnan esfuerzos en cada emisora para ofrecer aquello que consideran de interés para la audiencia. Sin duda es una gran y satisfactoria responsabilidad, que se prolonga a lo largo de 24 horas, todos los días del año.
 
            La radio va dondequiera que uno vaya y es un recorrido comunicativo entre los profesionales y los escuchantes. Lo emisores y los receptores. Y es una fluida travesía de ida y vuelta, permitida por la interactividad.
 
            La radio amplia la información de los periódicos hasta que da de nuevo el relevo a la información impresa. El medio exige el aporte de opiniones divergentes y coincidentes, y con ello demanda claridad, orden y sentido a cuanto se dice. Todo es casi transparente, replicable al instante.
 
            El homenaje hay que otorgárselo a los profesionales y a los escuchantes, a aquellos a quienes el decir de los locutores les ofrece confianza, a los que participando activa o pasivamente les ayudan a construir unos programas y otros, a los que se acompañan en el fascinante viaje por las ondas.
 
            En el Día Mundial de la Radio hay que celebrar que la radio exista cada día. Que su voz como medio llegue con puntualidad cierta, como una melodía veraz, alegre en su música, acreditada en su información, como esa compañía con la que podemos compartir tareas, canturrear o bailar, sin que nunca nos deje solos.
 
            Importan la emisora, el dial, los contenidos, los comunicadores, pero sobre todo importa el ciudadano, su interactuación, su capacidad de elegir de manera fácil qué escuchar y, si lo cree oportuno, participar de forma activa en los programas. La radio está allí dondequiera que se encuentre un receptor.
 
            La paternidad del invento es compartida por Popov, Tesla, Marconi o el comandante español Julio Cervera. Lo que se puede concretar es que, las primeras transmisiones para entretenimiento regulares, comenzaron en un marco muy relacionado con Galicia, el Buenos Aires de 1920. El 27 de agosto, desde la azotea del Teatro Coliseo, la Sociedad Radio Argentina retransmitió la ópera Parsifal de Richard Wagner, comenzando así con la programación de la primera emisora de radiodifusión en el mundo. Miles de gallegos emigrantes fueron testigos del nacimiento de uno de los medios de comunicación más trascendentes.
 
            Ahora, en el mundo del móvil y el podcast - que consiste en una emisión difundida por cualquier persona, usando simplemente un micrófono, un ordenador y un sitio para cargar archivos de audio, que admite la reproducción de una emisión en el momento deseado, en el segundo exacto, con una calidad superlativa-, nada se añora, porque la radio tradicional persiste con sus voces, sintonías o cuñas, navega como un barco de papel entre las ondas, es como un mercante infinito, cargado de boletines, bailables, opiniones, dedicatorias, dramatizaciones, lágrimas pero también sonrisas.
 
            Hoy, la noticia del periódico es ella, el medio más femenino y quizás el más bello, la novia perfecta del papel prensa.
 
Alberto Barciela
Periodista